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sábado, 3 de julio de 2010

Intrusos.

-Mami, ¿por qué las palomas las pintan de blanco si en realidad son grises?- me pregunto mi hija de cuatro años.

La miré con amor, pero no podía evitar el sentimiento de querer tener una cinta adhesiva, colocársela en la boca y quitársela únicamente cuando duerme.

- Porque simbolizan la paz y la libertad, y listo cállate un rato. ¿Por qué no miras un rato el desfile y dejar de hacer preguntas?

Hizo una extraña mueca que quería demostrar su enojo hacia mí; pero en ese instante pasaron unos caballos frente a ella, y no pude evitar sonreír por su gran sorpresa, admiración y terror al ver semejantes gigantes frente suyo, sintiéndose aun más pequeña de lo que en realidad es.

Me pidió que la bajara de mis hombros, ya que deseaba jugar con otros niños de su edad en una carreta, la dejé ir y seguí disfrutando del desfile del bicentenario de mi país, la Argentina. Todo estaba decorado de blanco y celeste, dejando ver tímidamente un sol dorado en el centro de estos colores. Volaban las palomas blancas de papel, los banderines, los gorros, los gauchos que se aparecían únicamente en estas fechas y las infaltables torta fritas y empanadas de carne.

200 años pasaban frente a mis ojos, 200 años de hechos y errores, de risas y llantos, de vidas y muertes. Cuantas generaciones habrán pisado el suelo en el que estoy parada, pensando en el futuro. Si alguno de ellos pudieran levantarse de sus tumbas llenas de mugre y tierra, inimaginables cosas nos dirían, tantas incógnitas resueltas. ¿Acaso les gustarán los cambios que hicimos con su tierra, con su país? ¿Será en esto lo que pensaban cuando decían “futuro”?

Alguien tiraba de mi campera, repare en que era mi hija y me incliné para escuchar que me quería decir, o preguntar; lamentablemente para mí, estaba pasando por la etapa del “por qué”.

- Mami, ¿yo soy argentina?, porque mi amigo me dijo que no

- Por supuesto que si mi amor, vos naciste en este suelo, sos de Argentina- le acaricié uno de sus cachetes y aproveché el gesto para limpiarle un poco de polvo que había en ella – ¿y cómo se llama ese amigo tuyo?-

- No se, después le voy a preguntar- quedó mirando el suelo, callada, demasiado callada para mi gusto. Luego volvió a hablar con mucho más énfasis- Pero mami, yo en realidad soy una argentina trucha-

La tristeza inundó su pequeña carita rosada y regordeta – Pequeña, no sos trucha, sino auténtica y única- le aclaré.

-No, soy trucha mami. Porque mis abuelitos son de España, y sus abuelos de otros lados con nombres muy extraños. Yo no soy argentina, yo soy de lugares muy raros que se les ocurrió venir a esta tierra; soy una intrusa en esta tierra, todos somos unos intrusos- me sorprendí ante tal razonamiento. Nunca pensé en eso, en realidad, creo que mi hija era una de las únicas personas a las que se le pudo ocurrir eso- ¿existirá alguien que no sea intruso?-

No logré contestarle ya que se fue con su amiguito a jugar, aquel a quien no sabía el nombre. Con tal de escalar árboles y jugar con tierra, ella se olvidaba de cualquier “por qué”.

Intruso. El agrio sabor de esas palabras me quedo en la boca y en el alma. ¿Cómo decirle a una niña de cuatro años que todas las personas son intrusas? ¿Qué nadie nació en un lugar y sus descendientes exactamente en el mismo?

Truchos. Qué vulgar palabra del lunfardo argentino. Lunfardo. Jerga creada en Buenos Aires por la llegada de los extranjeros, extranjeros. Mi hija tenía razón, somos intrusos de esta tierra, todos la usurpamos y la consideramos nuestra mientras sabemos perfectamente que no es así.

¿Qué día estoy celebrando, si esta tierra no es mía?, volteé y continué mirando el desfile. Comprendí entonces con una sonrisa queriendo salir de mi boca, el significado de este día. Lo celebramos desde pequeños, no porque sea la iniciación de la argentina independiente, o porque nos libramos del rey de España; sino el día en que ella se apoderó de nosotros, uniéndonos por una causa en común en donde todos por muy distintos que seamos nos consideramos uno.

Ya tendría una respuesta para la próxima vez que mi pequeña me preguntara por este tema.


Ayelén A. Castaño

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